Saeta, el sueño que se inició con panelitas
- CAROL MALAVER Redactora de EL TIEMPO
- 12 oct 2013
- 2 Min. de lectura

Pedro Aníbal Carrera ganó dinero desde niño, pero nunca se enamoró de él.
Eso pasaba porque su familia y sus cinco hermanos tuvieron que llegar a Bogotá, provenientes del Cocuy, a comenzar de “menos cero”. Todos vivían en una pieza del barrio Las Ferias. Eso fue como en 1964.
Entonces el niño de nueve años salía a vender panelitas y empanadas, eso sí, solo los fines de semana, porque el resto de días era sagrado asistir a la escuela. “Mis padres tenían eso muy claro. Para ganar dinero busqué los torneos de fútbol, porque allá siempre había gente”.
En esas tardes de fútbol viendo a Millonarios se enamoró del equipo y del balompié.
Ya en la presidencia de Saeta, dice que no lo desvela acumular dinero porque, incluso cuando llegaba de vender su mercancía y le daba la plata a su mamá, ella se la devolvía para que fuera a hacer mercado para la familia.
Jugó fútbol de forma apasionada hasta que se dio cuenta de que había que trabajar, mientras estudiaba ingeniería industrial en la Universidad Incca.
Pero a mitad de camino se le atravesó por la mente Saeta, un nombre que resultó de una charla de amigos. “Me gustó como sonó. Claro que todavía no sabía de qué iba a ser la empresa, solo que quería montar una”, contó Pedro.
Un día, siendo mensajero, ojeó una revista. “Leí que los vestidos de paño se iban a acabar porque la lana estaba escasa y que en el futuro lo que más se usaría serían sudaderas”. Entonces, con la plata de una liquidación que le habían dado a su hermano, 8.000 pesos en esa época, dio la cuota inicial para una fileteadora con la que sacaron las sudaderas de toalla. Y así, una máquina logró la compra de las otras.
Pero el hit fue haber innovado con una tela que se usaba para hacer ropa interior. “Yo dije: ‘si es cómodo para las mujeres, también debe serlo para los hombres’ ”.
Compró varios rollos de telas y comenzó a diseñar uniformes en su primera sede, el comedor de su casa. Con los años logró hacer de Saeta la empresa que vestía a Millonarios, hasta que llegó Adidas.
Subidas y bajadas ha tenido muchas, pero Pedro tiene ahora a sus hijas trabajando con él, eso es lo importante, su mayor logro. Su madre también trabaja con él, recoge todos los retazos, los arregla, hace uniformes y se los regala a los niños pobres en Navidad. “Esos valores son los que han hecho grande a Saeta”, dijo Pedro.Ahora le toca rechazar clientes, por la gran cantidad de pedidos, que lo saturan.Fuerte apoyo al equipo de fútbol de Haití.
En el 2013, Saeta decidió ayudar a la selección de fútbol de Haití con su uniforme, luego del terremoto que devastó al país. Los jugadores ya han mostrado con orgullo sus prendas y la empresa está comprometida a seguir ayudándolos. “Si lo hubiera visto como negocio, no lo hubiera hecho. Pero el legado de ayudar debe seguir”
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